jueves, 31 de julio de 2008

ANTECEDENTES DE LA DALCA

ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA DALCA

Las tribus más cercanas a los lagos del sur de Chile utilizaron la dalca, embarcación que consistía en tres tablones de alerce o ciprés curvados con agua y con fuego, y que estaban unidos entre sí mediante fibras vegetales y calafateados con estopa de alerce.

Medía hasta 10 metros de largo y tenía capacidad para doce tripulantes que la impulsaban a remo. La invención se le atribuye a los chonos (de la isla de Chiloé), que luego habrían transmitido el conocimiento a sus vecinos cuncos y huilliches, quienes la utilizaron como medio de desplazamiento en dicha región.

Dalcas "son originarias del Seno de Reloncaví, Carelmapu y la desembocadura del Río Maullín". Destacó que por el tipo de construcción -de madera- y su localización, "existen muy pocas piezas de este tipo en el mundo. Hay dos en Suecia, una en Berlín (Alemania), un modelo en el Museo de Historia Natural de Santiago y un fragmento en Achao".

El chono no conocía otro camino que el mar y sobre esa superficie, a veces dócil y otras veces tempestuosa, los europeos lo encontraron navegando en un tipo muy especial de embarcación que los caracterizará: la dalca

La primera descripción de la dalca la hace Gerónimo de Bivar en 1553, quien viajaba en la expedición de Francisco de Ulloa. A la altura del Archipiélago de los Chonos encontraron en tierra una canoa “hecha de tres tablas muy cosidas de 24 a 28 pies (7 a 8 mts.), y por las costuras tenía echado un betún que ellos hacen.” Las compara con lanzaderas, por su forma arrufada.

Durante este periodo, los otros pueblos canoeros de América, Australia y Melanesia, empleaban generalmente troncos ahuecados, planchones de corteza o elementos de flotación para sus embarcaciones. En Polinesia, India y California se desarrollaron botes de tablones, pero que no tendrían conexiones, al menos históricas, con la dalca[1].

Las construcciones polinésicas tenían como fondo un tablón cavado, lateralmente elevado por tablones cosidos y estopados con goma o cera. La diferencia fundamental radica en su doble casco, en los estabilizadores laterales y en detalles constructivos. Dixon agrega que la distancia de más de cuatro mil millas, entre Polinesia y nuestras costas, hacen prácticamente imposible una travesía con embarcaciones tan frágiles, en un mar tempestuoso y con vientos y corrientes adversas. En todo caso, la canoa más resistente que poseían -de doble casco- era la de menor similitud con la dalca.

Solamente los pueblos chumash del Canal de Santa Bárbara, en California, lograron una embarcación similar, en nuestro continente, llamada tomolo, aún cuando ésta era accionada con una doble paleta y empleaban otros materiales constructivos[2]. Sin embargo, no se reconocen lazos entre estos pueblos, a excepción de los originarios, derivados de los primeros inmigrantes asiáticos[3].

La voz dalca[4] proviene del idioma mapuche y se refiere a una embarcación para balseo[5]. Esta canoa fue usada por los pueblos originarios de Chiloé -tanto chono como veliche- y por los pehuenche del sector del lago Nahuelhuapi[6], difundiéndose hasta el Estrecho de Magallanes, durante el periodo hispano[7].

Quienes han profundizado el estudio de este tópico, consideran que la dalca es el resultado del encuentro de las culturas canoeras de los chono y la sedentaria-pedestre de los mapuche.

Valdivia, en 1551, reporta casas entre dos a ocho puertas, hechas de “grandes tablazones”, entre los mapuche sureños. Igual observación hace Goicueta en 1553, en la provincia de Ancud, en casas de cuatro a seis puertas. Esto indica que los mapuche-huilliche poseían la técnica para obtener tablones, de árboles con vetas, que permiten ser partidos longitudinalmente, mediante cuñas. Es el caso del alerce.

Los veliche se sentirán en este Archipiélago más dependientes de las playas y del mar debido a que la franja costera oriental y las islas eran los únicos sectores habitables. Tal situación y su vínculo con los chono, los llevará a adoptar la dalca como su embarcación. Los veliche desconocían la técnica para obtener planchones de corteza, empero tenían habilidad para hacerlo de tablones. El reemplazo del material determinará un tipo de bote más capacitado para enfrentar los mares borrascosos del sur.

Pudo también ocurrir -como lo pensaba Fitz-Roy- que hayan sido los chono quienes se apropiaron de la tecnología mapuche para la obtención de tablones. En ese caso la dalca habría sido una adaptación chono[8].

La dalca fue utilizada por chono y veliche como medio de desplazamiento por el Archipiélago y para bucear desde la costa, trabajo que generalmente hacía la mujer, zambulléndose desde la embarcación. Este medio permitía también pescar y obtener crustáceos y mariscos mediante esa pértiga que los españoles llamaron fisga.

La dalca también fue utilizada por indígenas y conquistadores en la invasión y en la guerra. Notable es el traslado de la tropa y pertrecho de Martín Ruiz de Gamboa, en el canal de Chacao. No menos importante resulta la contienda librada entre españoles y veliche en el Estuario del Reloncaví, en 1578, donde participaron al menos 50 dalcas por bando. Mariño de Lovera deja el siguiente testimonio escrito de la que debió ser la primera batalla naval de América:
“...por espacio de cuatro horas anduvieron revueltas las piraguas, saltando los que iban dentro de unas en otras, lloviendo continuamente piedras, dardos, balas y saetas, con matanza de muchos indios, los cuales eran tan astutos que tenían instrumentos para asir las piraguas de los nuestros /.../ Mas, con todo, fueron finalmente vencidos con pérdida de 27 piraguas y quinientos hombres que murieron, además de 170 que fueron cautivos”.

Los españoles utilizarán intensamente la dalca en la explotación maderera y en las exploraciones hacia Nahuelhuapi y los archipiélagos australes, donde la evangelización funde en un mismo cometido la conversión de infieles y la búsqueda de los césares australes.

Aspectos constructivos
Han sido muchos los cronistas coloniales que describen con minuciosidad las técnicas constructivas y las características estructurales de la dalca. El


La dalca de Gotemburgo, Suecia
siguiente es el testimonio del misionero Pedro González de Agüeros :

“...Lábranlas en disposición que por los extremos las angostan para poder formar la popa y la proa, las ponen luego al fuego o dejándolas quemar por encima. Para construir después la Piragua, y unir aquellas tablas hacen en éstas a distancia de dos pulgadas por ambos lados unos pequeños barrenos y por éstos la cosen con unas soguillas que texen a unas cañas sólidas que llaman Colegues, y forman una verdadera costura como si unieran dos retazos de paño. Para que por la unión de las tablas no se introduzca el agua en la embarcación aplican por dentro y fuera a lo largo de la tabla unas hojas de árbol machacadas[9], y sobre éstas pasan las puntadas, y con las mismas hojas calafatean los barrenos.

Construidas en esta disposición quedan como si fueran un perfecto bote o barco, pero sin quilla ni cubierta. Para que puedan resistir ponen por dentro unas curvas que llaman barrotes, aseguradas con cuñas de madera en lugar de clavos. Son por todo esto peligrosas; y como ni sus

velas, remos y demás aparejos no son cuales necesitan embarcaciones tales, van expuestas a zozobra con facilidad, y es mayor el riesgo por el descuido con que navegan......”



Dalca: esquema constructivo [ J. Cooper]






Esta descripción está referida a la dalca de tres tablones, la más elemental de las conocidas. Este bote será progresivamente transformado por los españoles, para quienes se vuelve su transporte diario[10]. Rosales dice que este fue el único bote que enfrentó con éxito los mares de Chiloé; y agrega que sus connacionales “desechan todas otras embarcaciones y sólo navegan en éstas.”

Góngora y Marmolejo, en 1569, se refiere a una dalca entre ocho y once metros de largo, por 80 centímetros de ancho y accionada hasta por once remadores. Autores posteriores hablan de embarcaciones de veinte metros y con más de 25 personas a bordo.

A comienzos del S. XVIII aparece con dos tablones laterales y, a fines de ese mismo siglo, se les agrega las falcas. Con estos cambios los laterales se enaltan, el casco se vuelve más ancho y adquiere una forma redondeada. En estas transformaciones se insertan los toletes o tarugos, en el borde, que actúan como chumaceras, para sostener un remo de brazos más largos que el anterior[11].

También aparecen las velas y se le anexa un timón. En lo estructural, nace la falsa quilla, la roda, el codaste y la clavazón con tarugos o hierros. El avance formal hacia el bote europeo nos indica que estas modificaciones son influidas por la cultura náutica del conquistador.

Esta embarcación, mejorada estructuralmente y con velamen, hará posible ampliar su área de desplazamiento más allá del Istmo de Ofqui[12], y hasta el mismo Estrecho de Magallanes.

Las herramientas de las culturas indígenas australes eran muy rudimentarias[13]. Derribar un árbol de alerce o ciprés debió significar una gran faena, realizada por grupos de individuos que actuaban disciplinadamente y obedecían a un anciano, en las distintas etapas constructivas. Los árboles eran volteados, al menos un año antes de obtener los tablones, para que la madera logre el secado apropiado y sea más duradera.

La primera etapa constructiva partía desgajando longitudinalmente el tronco, mediante cuñas, en dos segmentos. Cada uno de ellos era vuelto a partir y desgastar hasta lograr un grosor entre 6 y 10 centímetros. Para el fondo se requería de otro árbol que era tratado de similar manera.

La pieza que hacía de fondo quedaba algo cavada en el medio; en el tercio central tenía mayor espesor y se adelgazaba en los extremos, para lograr ese arqueado que los cronistas comparan con los cuernos de la luna nueva o como lanzadera de tejedor.

Los tablones eran arqueados con la aplicación de fuego y agua, alternadamente, y “entre estaquillas lo van encorvando lo necesario”, observaba don Diego de Rosales.

González de Agüeros nos cuenta que las dalcas que él conoció, a fines del S.XVIII, iban internamente reforzadas con curvas naturales de luma, adheridas a los tres tablones con tarugos de madera. Estas cuadernas iban amarradas al plan del bote por los costados manteniendo abiertos los tablones y dándoles firmeza. Complementaban este embarrotamiento los bancos cruzados, remachados también mediante tarugos, a los tablones laterales.

A estos laterales se les hacía un corte a bisel o chaflán que les daba mayor amplitud a la barca, elevando oblicuamente sus costados. Estas tablas eran finalmente unidas mediante una soguilla confeccionada de la fibra exterior de la quila que, luego de permanecer en maceración, era machacada entre piedras[14]. Para lograr este cosido había que hacer perforaciones -llamadas digueñes- en los bordes de los tablones. “Abren con fuego estos agujeros” -nos enseñará Rosales- que eran de 1 cm de diámetro y se abrían “a distancia de dos pulgadas, por ambos lados”.[15]
En esta última etapa, en la construcción de la embarcación, tenía que ver fundamentalmente con el calafateo. Además de las soguillas de la quila majada o mapua[16] Se usaba también el voqui -una enredadera o liana- la ñocha y la corteza del pillo-pillo[17]. Antes de tensar el cosido se estopaban las junturas de los tablones, desde el interior y el exterior, con cochai -una estopa fina del interior de la corteza del alerce-; también se utilizaba la fibra de la quila machacada o mapúa, y las hojas viscosas de la quiaca... Finalmente tensaban la soguilla, pasada por los hoyos con una aguja de quila, y cuando ya no apretaba más, volvían a repasar con estopa fina, todas las posibilidades de ingreso de agua, especialmente en los barrenos. Hay cronistas que mencionan el sebo de lobo, como un impermeabilizante complementario. Se aplicaba sobre esta estopa un faja de corteza de alerce o, como lo describe Fray Pedro González de Agueros: “... y en la juntura que hacen las tablas ponen una caña hendida de largo a largo, y debajo de ella y encima de la costura, una cáscara de árbol que se llama maque[18] muy majada al coser, hace esta cáscara una liga que defiende en gran manera el entrar del agua.”
Pero, aun cuando se tomaran todas las medidas para un efectivo calafateo, debían destinar siempre a un tripulante para extraer el agua filtrada. Para achicar el agua -como decimos en Chiloé- utilizaban un tiesto hecho de corteza de árbol o de cuero de lobo, el cual posteriormente derivó en la palita de madera que ha servido hasta nuestros días.

Las primeras dalcas referidas por los cronistas eran accionadas por 6 y más remos cortos, o paletas, según su capacidad.

Consistía en un asta, hecha de un palo cilíndrico, el cual era atado a una tabla delgada rectangular, más ancha abajo, con perforaciones en el centro del extremo más angosto, que servían para amarrar la pala al asta mediante soguillas de quila, nervios de animales, barbas de ballena y diversos otros vegetales. Para el gobierno de las dalcas mayores usarán una paleta de mayor tamaño o canalete, que desde la popa servía de timón, apoyándose en las cuadernas que en ese sector se prolongaban sobresaliendo, por ambos lados, del borde de la embarcación.
Este remo o timón era accionado por el más viejo del grupo familiar quien, además, tomaba las decisiones con respecto a la navegación pues su experiencia lo hacía conocedor de rutas y del tiempo, entre muchas otras cosas.

El jesuita Melchior Venegas, escribe en 1613 que en Chiloé “hay que combatir la tempestad no con velas sino con remos.”

El jesuita García, en 1766, nos habla de una vela de cuero de lobo y de bordillos o telar, prendidos con alfileres de quila (trapeluto), que les permitía navegar de día y abrigarse de noche. Pero no existen evidencias del uso de una vela precolombina, que pudo ser de tracción, es decir, para navegar a barlovento. La vela cangreja debió desarrollarse sólo con la estructura moderna de la dalca, esto es: quilla-codaste-roda[19].

Santiago Steel, expedicionario del pasado siglo, las vio en la segunda mitad de esa centuria en alta mar con aparejos semejantes a lugres “generalmente de dos palos con una vela trapezoidal por cada palo envergada a una percha terciada y orientada a un lado del mástil”. En ese mismo periodo se registran en el Archipiélago 472 piraguas y 352 canoas[20].

Otros de los implementos que acompañaban a la dalca era el sacho, que es un ancla de cuatro ganchos o uñas entrecruzadas, de luma, al medio de las cuales se ata una piedra como lastre. Esta ancla, la paleta y el arte de la cabuyería, son elementos propios de las culturas polinésicas, según lo observara el emérito profesor Aureliano Oyarzún, a mediados del siglo XX.
El sacho, empero, existente también en culturas europeas[21]. Iba unido a la embarcación con sogas o vetas de quilineja trenzadas, uso que perduró hasta hace dos décadas, cuando se introdujo masivamente a Chiloé el cordel de nylon y perlón[22].
Había un lugar de la dalca destinado a transportar el fuego, que muchos han querido interpretar como un fogón para cocinar o temperarse. El P. José Gumilla, escribe casi a mediados del siglo XVIII: “... en el fondo de esas embarcaciones tienen siempre un fogón de tierra y en él arden sin cesar algunos trozos de madera a pesar de que por medio de la pirita de hierro saben aquellos isleños procurarse fuego con una maravillosa destreza. Las mujeres tienen el encargo de remar en estas navegaciones, y allí como en la cabaña, son ellas quienes mantienen el fuego”[23].

Los bongos y huampus que proliferaron en Chiloé hasta hace unas décadas para vadear ríos, esteros y para comunicarse entre las islas, corresponden a una cultura totalmente distinta a la de los chono; básicamente de sedentarios costeros, pues esta embarcación no era apropiada para navegar los canales, sino más bien para satisfacer necesidades mínimas de conexión en esteros y sólo en las costas del interior del Archipiélago. Serán los veliche y los colonizadores posteriores, quienes se beneficien de esta canoa monóxila.

La dalca, fue la embarcación por excelencia de la conquista y de ella derivaron botes, lancha y chalupones modernos. Este aporte de los chono contribuyó al desarrollo de una cultura fuertemente enraizada en tradiciones marítimas, que se prolonga hasta el presente.

[1] La embarcación de India era sorprendentemente parecida a la dalca del siglo XIX, aun cuando no tenía cuadernas y difería en la costura. Factores geográficos e históricos indican una mera coincidencia, entre los cascos de uno y otro lugar.
[2] Los tomolos estaban hechos de tablas amarradas entre sí con correas de tendones de ciervo. Para ello barrenaban agujeros a igual distancia del borde, haciendo coincidir los de la tabla superior con los de la inferior, pasando por ellos las costuras que luego se calafateaban con brea.” (Medina, Embarcaciones... p. 122, citando a Miguel de Constanza quien conoció estas canoas en 1769).
[3] Canals Frau, indica que la embarcación fue uno de los aportes de los inmigrantes que llegaron a este continente, a través de las islas Aleutianas.
[4] O dallca.
[5] Alonso de Ercilla la llamó góndola (“llegó una corva góndola ligera/ de doce largos remos impelida”) en consideración a su silueta arrufada. a las menores las llamó piraguas, voz caribe que se popularizó entre los españoles (Cf. Góngora, Historia...p.153).
[6] Rosales, Historia... p. 176.
[7] Molina, informa desde el S.XVIII que “con estas frágiles embarcaciones se arriesgan á venir hasta la ciudad de Concepción”. Emperaire hace coincidir el territorio de la dalca con el área de dispersión del alerce y el ciprés.
[8] Fintersbuch no reconoce las similitudes estructurales y constructivas entre la canoa de cortezas y la de tablones. Considera que la dalca es superior a la otra, pues es una embarcación de mar. Aún cuando la dalca fuera posterior no la ve evolucionando de la canoa de corteza.
[9] Se trata de la quiaca, tiaca o fiaca (Caldcluvia paniculata, (Cav.) D. Don.) descrita también como mepúa o mapua. Las hojas viscosas al amasarse daban una especie de pasta.
[10] Un tiempo importante del Servicio Personal del indígena era destinado a la obtención de tablas de alerce y a la construcción de embarcaciones para el encomendero. Por su parte la encomienda simulada de los jesuitas ocupa a los pueblos originarios principalmente como “bogadores o remeros”, en el recorrido misional por el archipiélago, durante tres meses. Otros grupos permanecen en el colegio de Castro trabajando, entre otras cosas, en la reparación de casas y piraguas y en el cuidado de estas últimas. (Distintos documentos del S. XVIII. Cf. Urbina, Periferia...,128-132 pp.). Durante la administración franciscana (fines del s. XVIII) se organizan múltiples viajes hacia el sur y el este, tras “El Dorado” chilote: la Ciudad de los Césares. En todos ellos usaron dalcas.
[11] Un misionero de mediados del s. XVIII anota que “la rema es trabajosísima y, a mi ver es la fatiga mayor de cuantas hay, por ser los remos muy largos saliendo por el estribor los remos de los que reman por babor y al contrario”. (Hanisch, La Isla.... p.234)”.
Los remos, según Samitier, son propios de los chono; los otros canoeros carecían de ellos.
[12] Para atravesar este istmo, los naturales arrastraban su dalca o bien la desarmaban, transportando los tablones por separado. También se observó esta práctica entre los indígenas del Lago Todos los Santos, cuando querían trasladarse al Lago LLanquihue, y viciversa; lo hacían también los habitantes del Beagle, al sur del Cabo Pilar.
[13] El P. García observó solamente herramientas de concha, entre los canoeros chono y qawáshqar. Cooper en su revisión bibliográfica solo registra el fuego, las conchas y los pedernales, como instrumentos para debastar madera; se menciona también una cuña ósea.
[14] Latchman escribe: “para preparar estas fibras cortaban las quilas de nudo a nudo, sacando la dura corteza......” Luego de ser reducida a estopa “hilaban y retorcían hasta darle el grueso requerido”. (La Dalca..., p.431). La quila o coleo (hoy quila seca), corresponde a Chusquea quila, Kunth.
[15] Ibidem.
[16] García usa la significación dada por nosotros; Rosales, en cambio, dice que es la misma fiaca ( quiaca o tiaca: Caldcluvia paniculata).
[17] Pillo-pillo o pellu-pellu (Daphne andina ; Ovidia pillopillo (Gay) Meissn.). La quilineja es la Luzuriaga radicans (R. et P.). El voqui denomina a una variedad de trepadoras volubles cuyos tallos son aprovechados como cordeles o en artesanías de canastos, sogas y otros implementos. La ñocha, en este caso debe tratarse de un quiscal (Greigea landbeckii (Lechler ex Phill.) Phill. ex Phill); el concepto mapuche incluye a toda paja resistente que sirva para cordeles o sogas.
[18] Maque o maqui corresponde a la Aristotelia chilensis, (Mol.) Stuntz.
[19] A fines del S.XVIII hay listados de materiales y herramientas propias de la cultura europea. Fr. Fco. Menéndez hace un pedido para ser remitido desde Lima, para construir cuatro piraguas en la Laguna de Todos los Santos y Nahuelhuapi: 100 clavos de 5 pulgadas; 200 de 3 y medio; 1 docena de barrenas proporcionadas de gusano; 1 docena de esclopillos; 2 azuelas de ribera; 2 de manos, etc.(Fonck, Diario...,p.346).
Resulta interesante revisar los inventarios de los haberes de la Compañía de Jesús, en Castro y otros lugares de Chiloé. Allí encontramos hachas, serruchos, sierras, escoplos, cepillos, acanaladores, azuelas, barrenas, martillos, machetes, urbias, punzones, cuchillos, formones, alicates, etc. (Copia de este inventario en: Fondos Varios del Archivo Nacional, vols. 285 a 287).
[20] 180 Urbina, La Periferia..., p.74; Olguín, Instituciones.... p.5 l.
[21] Observo una foto de comienzos de siglo tomada a un mocetón que transporta un sacho a sus espaldas de, al menos, dos metros de largo. Esto es en Pasajes, en el país Vasco.
En el artículo: “Arqueología del Estrecho de Magallanes y canales del sur de Chile” de don Omar Ortiz Troncoso, al pie de la foto que reproducimos señala que el sacho corresponde a una adaptación local de la poutada de Galicia. [En : Comisión Nacional para la celebración del V centenario del descubrimiento de América. Las Culturas de América en la Época del Descubrimiento. Seminario sobre la situación de la investigación de las culturas indígenas de la Patagonia, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 12 y 13 de abril de 1984: 113-129 pp.]
[22] Un misionero, en 1769-70 (Hanisch, Chiloé.... p.235) indica que las vetas, además de quilineja, suelen hacerlas de nepu “esa especie de raíz que se cría al pie de los árboles, crece hasta lo más alto de ellos”. La yerba que Antonio de Vea llama papué y otros poupe o paupahuéñ, podría corresponder a la misma quilineja, pues los autores coloniales las señalan como propias para amarras o vetas.
[23] Gumilla, José. El Orinoco Ilustrado (parte 2a. cap. ll), Madrid, 1741, p.388.

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